3/21/2005
(Una leyenda de Paraguay)
La leyenda de “El Ñandutí” se origina en el pueblo de Itaguá en Paraguay, en la época colonial y se asocia con los encajes especiales que se tejen en esta localidad llamados, “Ñandutís”, que son famosos en todo el mundo. “Ñandutí” es el idioma indígena del Paraguay por “araña”.
La leyenda es sobre una joven pareja quien salen España para Paraguay. Un joven oficial del ejército español va a partir al Paraguay con su esposa, Manuela. Ella va a decir adiós a su madre pero todos son muy tristes porque no saben si volverán a verse en su vida. La madre le dio muchos regalos incluso una mantilla de un encaje exquisito, y le dice que Manuela tiene que cuidar la mantilla como sus ojos para tener abundantes años de felicidad y prosperidad. Manuel le promete y la próximo mañana ellos abandonan España.
Cuando ellos llegan en América, ellos se establecen en el pueblecito de Itaguá, en una casa grande con una muchacha guaraní, Ibotí, quien ayuda a Manuela con las tareas domesticas. Una amistad sincera nace entre las mujeres. Manuela empiece a hablar a Ibotí de su patria y su madre y otros recuerdos.
Un día, el marido de Manuela tiene que ir a una expedición militar. Después de su salida, Manuela no sabe en qué ocupar su tiempo. Por eso, un día ella decide revisar todos los cajas traídos de España. Ella ve que la mantilla no es blanca, pero amarilla, y un poco gastada. Ella la da a Ibotí para lavar con agua y jabón y muy cuidadosa. Pero, después de lavar, la mantilla es completamente deshilachada. Cuando Manuela sabe lo que ocurrido, ella es muy triste y llora con angustia. Ella recuerda las palabras de su madre sobre la mantilla y empiece a preocupar de su marido. Ibotí trata de animar a su señora pero es imposible. Una noche, Ibotí soña con el encaje de la mantilla y en la mañana ella decide a tejer una mantilla igual que la de la señora. Pero, todas mantillas que ella teje, no son como la mantilla deshecha.
Una noche de hermosa luna y cálido aire, Ibotí está al patio para calmar su pena. De pronto, un rayo de luna dora la tela que una arañita teje, que son como las de la mantilla. Durante las siguientes semanas, todas las tardes, ella observa la tela de araña y teje y teje. Una mañana, poco antes del alba, el trabajo está acabado, y cuando despierte Manuela, ella ve quella mantilla y recupera gran parte de su alegría. Y, pues tiene noticias de su esposo que está bien y vendrá pronto a casa. Ibotí sigue tejiendo y fabrica otras mantillas bellas y enseña a hacerlas a las joven guaraníes del lugar.
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